Nuestro Origen Migrante
Las diásporas o comunidades transnacionales han sido parte fundamental de la historia de la especie humana. Grupos humanos se han desplegado a lo largo y ancho de la tierra en búsqueda de mejores condiciones de vida; nuestro propio origen en América Latina obedece a una mezcla de culturas y de razas, negar e invisibilizar la migración,sería negar nuestras raíces.
La migración hacia América del Norte ha sido un parteaguas en el continente, en 2020 existían cerca de 59 millones de personas migrantes provenientes de América Latina, el Caribe, Asia y en menor medida de Europa. Este importante flujo, ha traído consigo fenómenos como el humanitarismo selectivo: ver como héroes a aquellos miembros de nuestra tribu que migran y con sus remesas aportan al producto interno bruto del país, y despreciar y estigmatizar a aquellos que ocupan nuestro espacio como lugar de paso o de destino.
Nuestras sociedades se jactan de ser lugares de acogida, sin embargo, el humanismo que ejercen es desigual con aquellos que consideran de diferente origen. Olvidamos que nuestro pasado es migrante, y que ejercer esta diferenciación, ha dado origen a desgracias humanitarias promovidas principalmente por quienes,usando obsesivamente la bandera de la pureza de raza, han arrasado con aquellos grupos fuera de sus privilegios y origen, alardeando una limpieza étnica.
La deshumanización se ha vuelto costumbre, saber bañadas las fronteras de sangre, de dolor, de violaciones y de trata, a nadie impresiona, negar el ejercicio de derechos humanos tampoco; es por ello que reconocer y resignificar derechos humanos se vuelve tan trascendental.
Los estigmas de la migración también alcanzan al ejercicio de la ciudadanía, ya en culturas tan antiguas como Atenas, la cuna de la democracia, se hacía una diferenciación entre personas, aquellos considerados legítimos, y aquellos inmigrantes que quedaban excluidos del ejercicio de los derechos plenos de ciudadanía. La antropóloga Nicole Loraux en su estudio de la política en Atenas, explica el por qué en el ámbito cívico existió una marcada diferencia entre los autóctonos y quienes eran considerados forasteros, y cómo esta diferencia basada en un mito ateniense fue el argumento para limitar el ejercicio de la ciudadanía en aquella época.
Es por ello que en ese contexto histórico, cobra mayor relevancia el reconocimiento de los derechos político electorales de las personas migrantes, si volteamos la mirada a la democracia ateniense y lo contrastamos con el avance democrático de hoy en día, en el que la persona migrante se reconoce como actor político relevante en los procesos sociales y electorales particularmente en México, podremos valorar en mayor medida, la apertura en la esfera trasnacional al ejercito de una ciudadanía legítima.
Ha sido sin duda un avance complejo, impulsado por la lucha incansable de muchas personas y organizaciones que, orillados por la necesidad de buscar mejores condiciones de vida, han dejado su lugar de residencia; y es en esta búsqueda de mantener y fortalecer los lazos con sus lugares de origen, que han conquistado el reconocimiento legal de seguir interactuando políticamente entre dos naciones, ejerciendo aquello que se conoce como "ciudadanía trasnacional".
Es ahora tarea de todos, desde nuestros diferentes ámbitos, ampliar y fortalecer estos derechos político-electorales reconocidos para aquellas personas migrantes que, a pesar de vivir en un país distinto, conservan los lazos culturales, económicos y políticos con nuestro país.